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Siguiendo nuestro estudio en los distintos aspectos que engloban la prevención en salud mental infanto-juvenil, durante 2012 hemos desarrollado la "Guía breve de Educación Emocional para familiares y educadores", encaminado para que uno pueda entender las diferentes inteligencias, la importancia de la educación emocional y de los valores, para así poder percibir mejor el potencial de su hijo mas allá de la parte solamente académica. Al igual que las demás guías, puede ser descargada gratuitamente pinchando sobre la portada.

 

Recomendaciones para padres

Introducción

"Ser madre o padre no es fácil. Uno no nace sabiendo ser padre o madre ni hay universidades para aprender a serlo". Es más fácil ser (o parecer) un buen padre cuando el hijo o la hija no generan problemas importantes. Muchos padres de hijos "perfectos", se dedican continuamente a dar consejos a los padres de niños "problemáticos", probablemente olvidando que las circunstancias que rodean a cada niño son muy diferentes, como lo son las familias, los colegios y, en definitiva, las personas. Y en el espectro de rasgos y cualidades, virtudes y defectos, cada individuo tiene sus propias señas de identidad, que resultarán muy positivas para unas cosas y negativas para otras. Y en lo que se refiere a la atención, la hiperactividad (o inquietud) y la impulsividad, por exceso o por defecto, tenemos toda una variedad de combinaciones, entre las que se sitúan esas personas a las que les cuesta mantener la atención, mantenerse quietas en situaciones sociales que lo requieren y pensar antes de actuar. Y estas personas suelen ser "hijos difíciles" porque justo en el periodo en el que más importante es su educación, más salen a la luz estos rasgos. En etapas de su desarrollo en las que empiezan a requerir habilidades como la paciencia, las capacidades de reflexión o planificación o la adecuación social, estos niños o adolescentes "moviditos", "inatentos" y/o "impulsivos", tienen más difícil disimular sus defectos. En muchos casos sus propios padres, llegan a plantearse si esa conducta difícil de comprender para los demás, no será voluntaria, "para fastidiar". Y los padres no son culpables de pensar así, porque su paciencia está al límite por sus propias circunstancias familiares, personales, profesionales…por amigos que continuamente le recuerdan lo mal que se porta su hijo, por profesores que cada día les recuerdan lo difícil que es tener a su hijo en clase y lo "malo" que es en comparación con los demás. Por lo tanto, lo primero que nos gustaría destacar en esta guía es que los padres intenten como primer paso EVITAR LA CULPA.

Evitar la culpa

Uno no puede sentirse culpable de aquello que no se ha producido por su propia voluntad. Y ningún padre quiere que su hijo sea difícil de educar, o que no se relacione bien con otras personas. Ningún padre ha querido transmitirle a su hijo sus genes menos eficientes ni ha querido que su hijo se comporte a veces de forma poco adaptativa. Ningún padre quiere dedicar tiempo a llevar a su hijo a una terapia (de cualquier tipo) ni quiere que su hijo tome medicación, como ningún padre quiere que su hijo enferme, como tampoco quiere que él o ella mismos enfermen…ni siquiera que nadie enferme. Por lo tanto, si esto es así ¿Por qué sentirse culpable y anclarse en ese sentimiento negativo? ¿Por qué no sustituirlo por una conciencia de responsabilidad, por un "mirar hacia delante", con el objetivo de ser mejor cada día: mejor persona, mejor padre, mejor compañero…?

Pensamiento positivo

Como en las culturas orientales, las madres y padres pueden mirar a su interior y tratar de sentirse mejores cada día, despertarse cada mañana pensando en hacer algo que les permita sentir mejor. Y si una fuente de disgusto ha sido habitualmente el comportamiento de su hijo, plantearse qué puede hacer para ayudar a esa "personita" que a veces "molesta" a los demás o parece no hacer lo suficiente para agradarles. Como le quiere y se siente responsable de que consiga adaptarse lo mejor posible al mundo que le rodea, vamos a intentar aportarle cada día algo que le haga sentir bien, satisfecho, capaz…que le haga desear seguir aprendiendo y relacionándose con el medio.

Favorecer su desarrollo

Nuestros hijos son seres a los que hemos traído al mundo "sin su permiso" y, aunque en las primeras etapas de su desarrollo debemos estar muy pendientes de ellos, en especial de los "más revoltosos", es cierto que conforme van avanzando en su desarrollo vamos dándonos cuenta de que son personas independientes, con sus gustos, sus virtudes, sus defectos, sus manías… Favorecer su desarrollo es permitirles crecer por el camino que va surgiendo ante ellos, permitirles avanzar, ser ellos mismos y no un clon de sus papás o un reflejo de los que sus padres soñaron que sería o, lo que es peor, de lo que ellos mismos quisieron y no pudieron ser. Nuestro hijo/a tal vez no necesite ser un profesional de prestigio ni un estudiante excepcional…por mucho que a todos los padres pueda hacernos sentir orgullosos el reconocimiento, por parte de los demás, de los logros de nuestros hijos. La vida puede ser larga y cada persona puede triunfar en un momento determinado o fracasar o dar problemas en otros momentos. Que un niño haya sido revoltoso de pequeño no significa que vaya a ser un adulto infeliz. Ni tampoco asegura que un adulto vaya a ser feliz, el hecho de haber sido un "niño modelo" o un "adolescente brillante". Entre los profesionales de la salud mental es frecuente el dicho de "Niño adultizado, adulto infantilizado". Por lo tanto la felicidad o la capacidad de sentirse bien, probablemente dependerá más del equilibrio interior de la persona y de su capacidad de adaptación al entorno, de regular sus emociones y de relacionarse con los demás. Y eso se va modelando con el paso del tiempo, así que paciencia, que cada uno sigue el curso particular de su desarrollo personal.

Entender lo que le pasa

Como ya se ha dicho en otros foros relacionados con el TDAH, estamos hablando de una condición con un componente biológico, que hace que se herede cierta susceptibilidad a padecerlo. Entender esto con claridad puede facilitar que los padres se liberen de una culpa que desgraciadamente aparece en ellos con excesiva frecuencia. Y del mismo modo puede servir para entender que el niño, niña, adolescente o adulto con TDAH no se comporta voluntariamente de forma inadaptada, sino que por culpa de esa condición (TDAH), sus habilidades de atención están más limitadas que en la mayoría de las personas, que le cuesta más esperar su turno y no precipitarse, que le cueste razonar, que le es muy difícil no estar en continuo movimiento. Sin embargo, a pesar de este componente biológico, nuestro cuerpo y en concreto nuestro sistema nervioso, son tremendamente plásticos, mucho más de lo que nos imaginamos, y si a esa plasticidad le sumamos personalidades flexibles e integradoras, hay mucho que se puede hacer para favorecer a las personas con TDAH y conseguir que logren disimular estos defectillos que suelen resultar tan evidentes para los demás, y puedan explotar otros rasgos en los que son virtuosos (bondad, sensibilidad, pasión, creatividad…) y por los que pueden encontrar su sitio en la vida. Y ejerciendo ese ejercicio de responsabilidad sobre el bienestar de nuestro hijo, si alguien nos sugiere que nuestro hijo pueda estar padeciendo un TDAH, en especial si esos comentarios vienen del colegio, de nuestra familia más cercana o de nuestra propia intuición, debemos pedir ayuda.

Pedir ayuda

En primer lugar, para tener claro por qué puede estar funcionando este niño peor que la mayoría de los de su entorno, parece recomendable:

  • Comentarlo entre los padres, e incluso con hermanos mayores, pareja o cuidadores que pasen mucho tiempo con el niño/chico/adulto.
  • Hablar con el profesor o tutor del colegio (si es un chico mayor o un adulto, con alguien de su entorno laboral). Es posible que, si está disponible en el colegio o lugar de trabajo, se nos remita al psicólogo o psicopedagogo del centro para una posible pre-evaluación. Según la recomendación de éstos, convendrá comentarlo o pedir otra evaluación médica al pediatra.
  • Visitar al pediatra para conocer su opinión y su evaluación del caso. En los casos oportunos, el pediatra derivará el caso a un especialista en psiquiatría infantil y adolescente que realice una evaluación exhaustiva. En nuestro país, como no ha existido oficialmente la especialidad de psiquiatría del niño y del adolescente, hemos desarrollado una tendencia tradicional a remitir este tipo de pacientes a un neuro-pediatra. Algunos de ellos tienen una gran experiencia en este tipo de casos. De cualquier forma, hoy por hoy, la mayoría de las capitales españolas cuentan con uno o varios equipos de psiquiatría infantil y adolescente de referencia en la sanidad pública, y suele haber varios también en el ámbito privado.
  • Acceder por propia iniciativa a recursos específicos a niveles social, educativo, familiar e incluso sanitario a través de asociaciones reguladas de ayuda. Hay algunas que son de ámbito más general pero otras, como esta misma página web, son más específicos del TDAH. Cada vez hay más recursos de ayuda para las familias con algún miembro afecto, algunos de ellos son todavía desconocidos para la mayoría (campamentos específicos, personal especialmente capacitado para favorecer su cuidado, su tiempo libre…)
  • Seguir las indicaciones del especialista en cuanto a tratamientos y recursos. Si no nos hemos sentido bien tratados o pensamos que, lo que el especialista nos ofrece, no se adapta a las características de nuestro hijo o nuestra familia, no dudéis en pedir una segunda opinión. Queremos obtener un diagnóstico lo más correcto posible pero también buscamos un trato personalizado que nos facilite el afrontamiento y la comprensión del trastorno. Y estamos hablando de seres que nos importan y que, en el caso de los niños, tienen toda la vida por delante. No pequemos tampoco de "hipercuestionadores", y si uno varios profesionales de confianza han diagnosticado a nuestro hijo de TDAH, aunque no nos guste aceptar que tiene un problema, la mejor forma de ayudarle será asumirlo y seguir las indicaciones de los especialistas.

Aunque los padres son los fundamentales responsables del cuidado de sus hijos, cuanto más difícil es la situación y mas desestructurada sea la familia, más ayuda necesitarán y conviene estar informado de los recursos disponibles. Porque, por mucha voluntad que pongan los padres, muchas veces todo el esfuerzo de éstos puede resultar insuficiente para proporcionar el mejor cuidado a la persona afectada.

Buscar apoyo del colegio

Si hablamos de niños o adolescentes en edad escolar, es fundamental hacer partícipes del plan de tratamiento a los responsables de la educación del niño en el colegio. Allí se puede hacer mucho, por razones obvias, dada la enorme cantidad de tiempo que los niños y adolescentes pasan en el colegio y la importancia que la forma en que se desenvuelvan en este entorno va a tener en su habilidad para relacionarse, en su autoestima, en su capacidad de superación, en su motivación…Si no nos sentimos entendidos o bien atendidos en el colegio, puede que el centro no sea el más adecuado y puede que debamos buscar otro que se adecúe más a lo que consideramos más conveniente para nuestro hijo. Intentemos escoger un colegio adaptado para nuestro hijo y su personalidad con un nivel adecuado para él. Conviene hablarlo con el especialista que lleve el caso. Lo mismo es aplicable a las distintas actividades que realice el chico/a (clases de ballet, pintura, fútbol, judo, etc.). En especial con los profesores, suele ser de gran ayuda que el especialista mismo pueda estar en contacto con el profesor del chico.

Favorecer la comunicación entre los estamentos implicados en su cuidado (especialista-padres-colegio)

Es fundamental el trabajo multidisciplinar, es decir entre las diferentes personas implicadas en su cuidado. Pediatras, médicos de familia, psiquiatras, psicólogos, terapeutas, profesores, monitores, cuidadores, asistentes…que tengan contacto con la persona en cuestión deberían tratar de comunicarse regularmente con una mentalidad flexible e integradora, con respeto por la función de los demás y buscando siempre la cooperación, evitando la confrontación. Y los padres, como principales responsables tienen mucho que decir para favorecer la fluidez de esa comunicación múltiple. Huyamos de los prejuicios, la mayoría de las personas tendrá uno u otro problema en su vida y la mejor forma de no estigmatizar a estos chicos es empezar por hablar con naturalidad de lo que les pasa. El TDAH no les va a impedir llegar lejos, muchos personajes ilustres han sido o son hiperactivos-inatentos-impulsivos, y con la ayuda adecuada y permitiéndoles desarrollar sus capacidades, han conseguido sobresalir en múltiples ámbitos.

Buscar la forma de ayudarle que mejor se adapta a la persona y su entorno

Hay muchas cosas que se pueden hacer y entre todas, hay que elegir aquellas que mejor se adaptan a la persona en cuestión y a su entorno. Hay tratamientos de eficacia probada, que por lo tanto serían los más recomendables, pero hay otras medidas complementarias que son fundamentales para favorecer el desarrollo del chico o la chica, e incluso para mejorar los otros tratamientos que esté recibiendo. Hay diferentes psicoterapias y medicamentos que pueden tratar el TDAH y han demostrado su eficacia. Cada uno tiene sus ventajas y desventajas y la elección de uno u otro debe hacerse, con la ayuda del especialista, de forma consensuada entre la persona afectada y su familia. Un buen profesional siempre recomendará lo que considera mejor para cada paciente…y no siempre ha de ser lo mismo para todos. Debemos informar al especialista de nuestras peculiaridades, nuestra forma de pensar…pero también tener en cuenta que él es el que sabe del tema y el que mejor nos puede asesorar. Junto a los tratamientos de eficacia probada (metilfenidato, dextroanfetamina, sales anfetamínicas, lisdexanfetamina, atomoxetina, psicoterapia psicoeducativa, entrenamiento de padres, psicoterapia de interacción padres-hijo, psicoterapia cognitivo-conductual y psicoterapia interpersonal) hay otras formas de apoyo que pueden complementar estos tratamientos y fomentar el desarrollo personal del chico/a, incrementando su autoestima o mejorando su salud general, y que en muchos casos facilitan la implicación de los padres o hermanos, que se sienten identificados con algunos de estos abordajes. Entre ellos cabe mencionar entrenamiento neurocognitivo para fortalecer las capacidades intelectuales más deterioradas por el trastorno y tratar de equipararlas a las de la mayoría; el neuro-feedback , una técnica consistente en estimular eléctricamente áreas cerebrales menos desarrolladas funcionalmente; el seguimiento de dietas que eviten alimentos como colorantes y conservantes artificiales, estimulantes como cafeína, el exceso de azúcar, o que prevengan carencias nutricionales; la realización de ejercicio físico que favorezca la integración de la persona en un grupo o que permita resaltar sus capacidades individuales más favorecidas; terapias de relajación o focalización de la atención, como técnicas de visualización o hipnosis; terapias artísticas o cualquiera otra que favorezca la expresión de emociones (psicodrama, terapias de juego) o fomenten el autoconocimiento (psicoterapias dinámicas, terapias asistidas por animales). Todas ellas pueden ayudar mucho e incluso favorecer el tratamiento principal, si son llevadas a cabo por profesionales adecuadamente formados, experimentados y que conozcan los posibles beneficios y riesgos que estos abordajes puedan conllevar para quien los recibe. En estos casos conviene preguntar todas nuestras dudas a quien las imparta y desconfiar de tratamientos que prometan resultados rápidos con poco esfuerzo, en especial, si son especialmente caros. Suele ser mejor seguir nuestra intuición, el consejo de los que nos quieren y de los que más saben, y definitivamente, conocer nuestras tendencias. No nos engañemos ni esperamos resultados mágicos. Aunque nos sintamos más identificados con unos abordajes que con otros, recordemos que nos tenemos que adaptar a las verdaderas necesidades de nuestro hijo o familiar…y no tanto a las nuestras. Si podemos combinar ambas, mejor que mejor.

Algunas recomendaciones generales

  • Proporcionémosle un modo de vida ordenado, organizando sus horarios y estableciendo períodos para el esparcimiento y el ejercicio físico
  • Establezcamos rutinas en aquello que menos les gusta
  • Sus tareas deben dividirse en periodos cortos de tiempo, con descansos y refuerzos constantes de lo conseguido
  • Pongamos un tiempo límite a partir del cual todos quedaremos liberados de su tarea
  • Démosle guías para que preste atención a los aspectos fundamentales de lo que esté haciendo
  • En momentos de crisis, no dejar llevar una situación de enfado a su extremo. Calmar la situación y más tarde, cuando haya pasado, reflexionar
  • Adaptemos su aprendizaje a sus capacidades: estructurar deberes, fomentar actividades en las que destaque
  • Esforcémonos en encontrar continuamente sus virtudes y evitemos juzgar continuamente lo que hace
  • Halaguemos continuamente lo que hace bien, aunque sea algo que nos parezca nimio o esperable
  • Evitemos la continua crítica en el ambiente familiar
  • Dediquemos un tiempo (aunque sean unos pocos minutos cada día) a compartir con el chico alguna actividad que le guste. Si son mayores, a hablemos de cómo se siente, qué piensa, qué le preocupa. Es su tiempo, exclusivo para él o ella
  • Dejémosle muy claro que nos preocupamos por él, que le queremos, que creemos en él o ella
  • Reforcemos el contacto ocular durante la comunicación con el chico/a, estrecha el vínculo y mejora la calidad de la comunicación
  • Nuestras normas mejor si están claras. A veces no las cumplen porque no las comprenden o sencillamente porque las desconocen
  • Nuestras instrucciones mejor si son directas, concisas y claras. Evitemos que vayan cargadas de emoción (estos chicos suelen ser muy sensibles y se pierden en la emoción implícita del mensaje). Mejor con tono de voz neutro
  • No le prestemos atención cuando interrumpa y hagamos evidente el momento en el que se le permite intervenir y felicitémosle cuando lo haga en el momento adecuado
  • Tratemos de ignorar sus comportamientos negativos, siempre que sea posible
  • Utilicemos una frase rutinariamente para recordarle que lo que está realizando en ese momento no nos gusta y no queremos llegar más lejos: "Si sigues haciendo TAL…va a haber consecuencias"
  • Reforcemos los comportamientos más positivos, incluso con sistemas de puntos y premios. Premiemos los objetivos importantes cumplidos a medio plazo, siempre uno por uno
  • Especifiquemos el comportamiento por el que le felicita: pongámosle la etiqueta a la felicitación
  • Evitemos el uso de la palabra NO al darle instrucciones, seamos creativos para ofrecerle enunciados en positivo
  • Evitemos los castigos salvo situaciones límite, en las que el comportamiento sea intolerable, y en ese caso, no caer en la confrontación, evitando la implicación emocional en lo que se dice. En niños, utilicemos el "tiempo fuera", es decir, tiempo en el que permanecen quietos en una silla o un rincón de la casa
  • Para comunicarle algo importante, elijamos momentos en que se encuentre receptivo, "de buen rollo" con nosotros…y no cuando está enfadado y frustrado. En estas situaciones conviene esperar a otro momento mejor
  • Vayamos transmitiéndole la importancia del comportamiento en sitios públicos ya desde "pequeñitos"
  • Dediquémosle todo el tiempo que podamos a nuestro hijo… siempre de forma razonable…ser padre es muy importante…invertirle tiempo suele tener consecuencias positivas que agradecen padres e hijos
  • Pidamos ayuda a alguien cuando nos sintamos desbordados. Estos niños llegan a agotar a los padres y una ayuda a tiempo de algún familiar, amigo o profesional, permite tranquilizarse para seguir dando lo mejor de uno mismo.
  • Analicemos qué, dentro de nuestra familia, puede no ser saludable e intentemos cambiarlo, "invertir en la promoción de una vida saludable es una fuente de salud"

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